Los sentidos y la memoria
Ileana Quiroz | Mundo y cultura
Decía el escritor y poeta británico Rudyard Kipling que: “Lo primero que hay que hacer para entender a un nuevo país es olfatearlo”. Y podemos confiar en su juicio, porque su biografía cuenta que nació en la India británica, que por muy inglesa que pudiera ser, el toque exótico, maravilloso y místico, seguramente, era mucho más fuerte.
¿Cuántas veces al evocar un viaje, ya sea reciente o lejano, uno de los recuerdos que más vívidamente nos vuelve, está relacionado con los aromas? No importa cuál sea su fuente y qué tipo de emoción nos recuerde. Es tan claro que es como si acabáramos de tener la aventura. Es más, si pusiéramos más atención, podríamos registrar un periplo únicamente compuesto de fragancias de principio a fin.
Hagamos un ejercicio de imaginación:
Hoy decides dejar tu casa (aroma tan conocido que ya ni lo percibes) y te encaminas hacia la estación de autobuses. Desde que sales, te encuentras con una mezcla de esencias que pasa por todo el espectro agradable-desagradable que tu nariz conoce: el olor de las flores y arbustos de las jardineras de tu calle, el de los antojitos cocinándose en las esquinas por las que atraviesas, el perfume de algún transeúnte con el que te topas y al final, el característico ambiente del autobús: una combinación compuesta de aromatizante, limpiadores y escape o balatas.
Pero ¿Qué sucede con tu percepción sensorial cuando por fin te encuentras en un lugar nuevo o que visitas muy poco? Pongamos como ejemplo el mar: no es sólo saber que el aire marítimo es benéfico (como nos decían nuestras sabias abuelas) sino la sensación de estar respirando algo diferente, enorme, infinito. O las cosquillas en la nariz al estar dentro de un denso bosque y percibir la tierra, la humedad, toda esa vida que se propaga y que es un hábitat tan diferente al nuestro. ¡Y pensar que hay narices tan entrenadas que, con una inhalación, pueden “barrruntar” que viene un fuerte aguacero!
Por último, pero no menos importante: la comida y sus bálsamos, que no solamente nos hablan de una geografía cercana o lejana, sino que nos permite hacer viajes en el tiempo en el que por instantes recuperamos celebraciones pasadas, amistades de otros tiempos o familiares fallecidos, que durante el tiempo que dura el aroma, regresan a completar la experiencia que al final va conformando nuestra memoria que, sin duda, es parte fundamental de quienes somos. Y para ti ¿Cuál es el aroma que desencadena el gusto por viajar?.