Los murciélagos: pieza clave para el ecosistema.
Aida Pozos Villanueva de la Revista La ciencia y el hombre de la Universidad Veracruzana para el programa El Show de la Tierra.
Hoy queremos darles a conocer una interacción biológica muy interesante que nos plantea el Doctor Jorge Galindo-González, de Inbioteca-UV, y que inmiscuye a los murciélagos, los mamíferos más abundantes en los trópicos de todo el planeta y el segundo grupo más diverso, esos que han sido muy mencionados debido a la reciente pandemia de la Covid-19 y que, nos dice el Dr. Galindo, erróneamente se han responsabilizado del coronavirus SARS-CoV-2. Nos aclara que más bien son responsables de gran parte de nuestra felicidad y bienestar. Veamos por qué los murciélagos nos benefician: resulta que, aunque no lo veamos, diariamente estamos en contacto directo con algo donde los murciélagos participaron y nos aporta beneficios. Por mencionar algunos ejemplos: si usas ropa de algodón, si desayunaste algo que tenga maíz, tomate, chile o azúcar, si tu comida la acompañas con arroz, calabaza, pepinos, o tomaste como aperitivo un mezcal o un tequila y de postre te deleitaste con un chicozapote, y cenaste un tamal con hoja santa, en toda esa producción han estado presentes y colaborando los murciélagos, que habitan en todos los ecosistemas terrestres, a excepción de los círculos polares.
En México existen casi 140 especies de murciélagos, y debido a su diversidad de hábitos alimenticios son de enorme influencia sobre todos los ecosistemas, proveyendo grandes beneficios en nuestra economía, alimentación y bienestar. Se especializan en gremios alimenticios, los hay insectívoros, frugívoros, nectarívoros, carnívoros y hematófagos. Como vemos, son tan diversos como diversos son los beneficios que de manera directa o indirecta nos brindan, esos servicios ecosistémicos que a veces no se ven pero que están presentes.
Durante más de 50 millones de años los murciélagos han evolucionado, adaptándose a sus ambientes, interactuando con sus propios patógenos como los coronavirus, porque como cualquier especie es susceptible de albergar patógenos que necesitan un organismo para propagarse. Además, todos los virus están cambiando, mutando y adaptándose al ambiente y a su hospedero, resultando en una relación muy estrecha, tanto que, si bien a veces el virus es incapaz de infectar a otra especie, convirtiéndose en una enfermedad específica de la especie, de forma esporádica las mutaciones les permiten pasar o “brincar” a una especie diferente, esto es los que sucedió con el SARS-CoV-2, un virus de origen animal que mediante una mutación puntual logró que el receptor de algunas células humanas lo reconociera y permitieron su entrada, infectando y provocando la enfermedad Covid-19.
Debemos entender que todas las especies de plantas y animales sobre la tierra somos portadores o reservorio de numerosas enfermedades infecciosas, causadas por virus, hongos, bacterias y protozoarios. Una de las principales lecciones que aprender es que, debemos frenar la venta y consumo de animales silvestres; los murciélagos no son los responsables de la pandemia Covid-19, sí son portadores de virus, pero incluso nosotros y nuestras mascotas lo somos.
Debe quedarnos claro que la transmisión de virus no se da solo porque cerca de tu casa haya una colonia de murciélagos, ni porque por las noches vuelan y defecan por tu jardín, se necesitan especies intermediarias e interacciones íntimas entre estas especies. El exterminio de murciélagos, tanto en ciudades como en el campo, es perjudicial no sólo para los animales y el ecosistema, sino para nuestra salud, economía y bienestar.
La forma más efectiva de prevenir la zoonosis viral, es que los humanos se mantengan alejados de los nichos ecológicos de los reservorios naturales de esos virus. La fauna silvestre debe permanecer en sus áreas naturales sin ser perturbada, para que seamos capaces de seguir recibiendo los múltiples servicios ecosistémicos que de manera natural nos proveen.
A partir de: Galindo-González, J. (2020). «Los murciélagos y la Covid-19», La Ciencia y el Hombre. Vol. XXXIII, núm. 3: 8-1