Las preocupaciones pueden acabar con tu vida
Todos lo humanos hemos soñado con ser exitosos; poder triunfar en cada aspecto de nuestra vida: tener un buen trabajo, mantener una estabilidad económica, ser sanos, vestirnos bien y poder ser felices. Para esto tratamos de esforzarnos día a día realizando muchas actividades que nos mantienen ocupados. Sin embargo, solemos exigirnos tanto a nosotros mismos que acabamos pensando, incluso, que no estamos dando nuestro mejor esfuerzo, lo cual, nos desilusiona, y nos presiona, al punto de desarrollar ciertas patologías, que lejos de ser virales o bacterianas, son neuronales.
Byung-Chul Han describe, en su libro “La sociedad del cansancio”, a una sociedad actual que navega con una bandera de positivismo en exceso, la cual no da pie a las vacilaciones, es decir, se empeña en dar un rendimiento impecable, sin posponer sus actividades por ninguna razón. De esta manera cada persona se autoimpone sus propias obligaciones, sin que haga falta tener un régimen autoritario externo. Pero todo esto no termina en un desempeño perfecto, por el contrario, éste modus operandi lleva a las personas a la ansiedad y a la depresión: dentro de la búsqueda por la perfección y el éxito rotundo, terminamos explotándonos a nosotros mismos.
La depresión, el trastorno por déficit de atención por hiperactividad, el trastorno límite de la personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional, definen el panorama de este nuevo siglo. Hace falta en estos días equilibrio, hace falta el disfrute de la contemplación, incluso del aburrimiento, que al mismo tiempo inspiran y fortalecen la creatividad. Es probable que ahora como sociedad tengamos que ir hacia la conquista del ocio, practicar lo que propone otro teórico de estos últimos tiempos el sueco Andrew J. Smart: “El arte y la ciencia de no hacer nada”.