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La salud del planeta y el Covid-19, el origen de la pandemia actual.


Aida Pozos Villanueva de la Revista La ciencia y el hombre de la Universidad Veracruzana para el programa El Show de la Tierra.

La Ciencia y el Hombre, su revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana llega a ustedes para recordarles que ya estamos circulando en redes con nuevos contenidos, y una reflexión que les encabeza es la escrita por la Dra. Imelda Martínez Morales, investigadora del Inecol, en Xalapa. Quiero contarles que desde hace unos años, múltiples instancias académicas, de investigación y de comunicación estamos conjuntando esfuerzos a favor de la divulgación de la ciencia. Sin importarnos filiaciones académicas, tendencias políticas ni clases sociales, todos juntos participamos en la búsqueda de generar en nuestra población esa cultura científica a la que siempre aludimos como imprescindible en nuestro planeta.

Pues bien, hoy les comparto la reflexión de la Dra. Morales, que versa sobre Salud Ambiental y Social versus Biodiversidad y Covid-19, porque la salud ambiental y social están amenazadas en proporciones no conocidas antes en la historia. En los últimos años, hemos visto la pérdida de bosques, selvas, invertebrados y vertebrados; por ejemplo, los insectos, el grupo más numeroso del planeta, ha perdido casi 80% de especies, lo cual es una catástrofe para los otros seres vivos.

La pérdida de biodiversidad tiene que ver sobre todo con la deforestación, los cambios en el uso del suelo y la agricultura industrial. Al deforestar, el suelo se modifica para usos de la agricultura, la ganadería y la urbanización de terrenos, perdiéndose así los hábitats para las especies que ahí vivían.

Específicamente, la agricultura y la ganadería son dos actividades humanas dependientes del empleo de plaguicidas sintéticos, como herbicidas, insecticidas, fungicidas y muchos medicamentos veterinarios que son ecotóxicos. Estas sustancias contaminantes presentes en el suelo, el agua, los ríos, los mares y en nuestros alimentos, reducen las poblaciones de peces, aves, anfibios, murciélagos, organismos acuáticos, insectos y, finalmente, afectan la salud humana.

Un ejemplo: el glifosato, herbicida usado de forma desmedida en todo el mundo, se ha encontrado en los alimentos y hasta a más de un kilómetro de profundidad en el mar. Diversos estudios demuestran que afecta los sistemas nervioso y reproductivo, causa cáncer y baja la reacción del sistema inmune en los humanos, entre sus efectos dañinos más importantes. Por otra parte, el empleo de antibióticos, tanto en las bacterias como en el ser humano, los vuelve cada vez más resistentes a ellos, por lo que continuamente se está a la búsqueda de nuevas fórmulas para defendernos de múltiples infecciones.

Actualmente, se ha hecho público y resuena en todo el mundo que la propagación de enfermedades infecciosas emergentes en humanos, generalmente proviene de animales silvestres o domésticos que, con la pérdida de la biodiversidad, pasan de su huésped habitual a otra especie. Ese puede ser el caso de la actual Covid-19, que se ha instalado en nuestra especie con un sistema inmune deprimido, produciendo la pandemia que vivimos hoy. Pero definitivamente no hay más responsable que las actividades antropocéntricas.

Es momento de detenernos a pensar en ello y ser conscientes de que nuestras acciones tienen mucho de irresponsabilidad, dicho de otro modo: somos responsables directos de lo que está ocurriendo. Es momento de reflexionar y, desde acciones individuales, apoyar en la conservación de la biodiversidad, buscando detener la pérdida de cientos de especies que ocurre cada día; es momento de juntos lograr que el modelo de desarrollo prevaleciente cambie hacia un desarrollo sustentable y, por el bienestar humano, exigir se legisle la desaparición de los plaguicidas sintéticos en los alimentos.

Hasta ahí la reflexión de esta semana contenida en nuestro actual número. Leamos la ciencia y reflexionemos con ella.