La increíble historia real de “La insumergible” Molly Brown
Activista social, filántropa y sobreviviente del Titanic.
Margaret Tobin Brown también conocida como Molly Brown nació en Hannibal (Misuri), en el seno de una familia de inmigrantes irlandeses. Hija de John Tobin y Johanna Collins. Margaret fue a una escuela dirigida por su tía, Marie O’Leary, hasta los trece años, y después se fue a trabajar a una fábrica tabacalera de la sociedad Tobacco Company Garth para traer dinero a casa. Allí descubrió las largas jornadas de trabajo, los bajos salarios y las luchas de la clase obrera. En 1885, con dieciocho años, se trasladó a la ciudad minera de Leadville (Colorado) junto a su hermana materna Mary Ann (que acababa de casarse con un herrero) y su hermano Daniel.
Más tarde conoce a James Joseph Brown con quien se casa. En un primer momento, los recién casados vivieron en Stumptown, una ciudad minera fundada en 1876 que albergaba una pequeña comunidad irlandesa donde él se dedica a la minería y gracias a un programa consistente en forrar las galerías de maderas y fardos para sostener las bóvedas que él diseñó, las minas prosperaron dejándole una buena fortuna con la que el matrimonio comenzó a viajar para conocer el mundo.
Tras 23 años de matrimonio, la pareja se separa por una infidelidad de él; sin embargo, de mutuo acuerdo ella recibiría una buena pensión para poder seguir con su vida cómoda y sus viajes, siendo uno de ellos a bordo del famoso Titanic, del cual su nombre sería recordado no sólo por haber sobrevivido al naufragio, sino también por haber confrontado al hombre al frente del bote en el que se encontraban.
Brown aseguraba que había suficiente espacio para rescatar a más gente, a lo cual el hombre a cargo se negó rotundamente, asegurando que si no se callaba, habría otro lugar libre. Se estima que el bote donde viajaba Brown podría haber salvado a 40 personas más, pero la desigualdad de clase y poder causaron más muertes de las que se creen. Dicha discusión trascendió tanto, que incluso fue plasmada en la película de James Cameron, Titanic.
Pese a esto y a estar 6 horas varados en el gélido clima hasta ser rescatados, la vitalidad de la Molly Brown no se apagó: hizo la lista de supervivientes, una colecta entre los ricos de primera clase y los del barco que los rescató, actuó como intérprete pues dominaba el francés y el alemán, y al pisar tierra firme, cuando un periodista le preguntó cómo sobrevivió, su respuesta fue contundente. «Es la suerte de los Brown: somos insumergibles», dijo como homenaje a los inmigrantes irlandeses, a la clase trabajadora.
Su fama como superviviente del Titanic le proporcionó un reconocimiento nacional, cuando antes solo era conocida en el estado de Colorado. En abril de 1914, las mujeres de los mineros de Ludlow, que habían oído hablar de ella dos años antes con motivo del naufragio le escribieron una carta pidiéndole ayuda. El 20 de abril de 1914, la guardia nacional convocó al líder de la huelga para firmar un acuerdo, pero fue asesinado. Se inició un violento altercado entre los huelguistas y los guardias nacionales.
Poco tiempo después, Brown se dirigió a Ludlow y ayudó a mantener una lucha justa, rechazando unirse a los radicales. Con otras mujeres de los sindicatos de Denver, multiplicó las manifestaciones y los discursos sobre los derechos de los mineros, un tema que conocía bien. Asimismo, denunció las prácticas inaceptables de los Rockefeller. La huelga se desconvocó semanas después y John D. Rockefeller aceptó finalmente las exigencias de los huelguistas. De hecho, se firmó un acuerdo entre las sociedades mineras y los mineros.
Pero desde mucho antes, Brown ya estaba involucrada en la defensa de los derechos de las mujeres. Ayudó a la asociación estadounidense para el derecho al voto de las mujeres, la National American Women’s Suffrage Association, a establecerse en Colorado y, al mismo tiempo, se convirtió en un miembro más del club de mujeres de Denver (Denver Woman’s Club) cuya misión era la mejora de las condiciones de vida de las mujeres a través de la educación y de la filantropía.
También se convirtió en una de las primeras estudiantes del instituto Carnegie en Nueva York. Como mujer de la alta sociedad, entró en el mundo de las artes y de la literatura y aprendió francés, alemán y ruso.
Por si todo lo anterior fuera poco, en 1914, al conocer el estallido de la guerra en Europa, dejó sus actividades políticas en Estados Unidos para viajar a Picardía y se fue al frente para ayudar a los heridos. Algunos años más tarde, en 1924, con su amiga Anne Morgan, filántropa estadounidense y fundadora del comité americano para las regiones devastadas, participó en la creación del museo de historia francoestadounidense en el castillo de Blérancourt que se convirtió en 1931 en el museo nacional de la cooperación francoestadounidense. El año siguiente, un año antes de su muerte, recibió la Legión de Honor por sus servicios durante la guerra.