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El herbicida que envenena: Glifosato y sus repercusiones

Beatriz Torres Beristain de la Dirección de Comunicación de la Ciencia UV.

El glifosato es un herbicida no selectivo, es decir que se usa para eliminar a la mayoría de las plantas o “malas yerbas”. Se emplea comúnmente en el proceso de preparación del campo antes de la siembra, para la limpieza del terreno, y es el más utilizado a nivel mundial, generando millones de dólares por sus ventas. Hoy en día una gran variedad de compañías lo produce, pero fue comercializado en la década de los 70 por Monsanto, uno de los más grandes consorcios agroquímicos a nivel mundial, que tuvo la patente durante varios años y en la actualidad ha creado variedades genéticamente modificadas (GM) de maíz, soya y algodón que son resistentes a sus efectos, por lo que se aplica aún en pleno desarrollo del cultivo. En México algunos de sus nombres comerciales son Faena, Cacique, Trinchera, Herbifox, Látigo, Mochilero, Bombazo, Secafín, Torbellino, Potro y Aquamáster.

En torno al glifosato se desarrolla una gran polémica, pues por años se consideró inocuo para la salud y el ambiente, sin embargo, con el pasar del tiempo se fueron acumulando múltiples evidencias sobre los daños que genera a la salud de seres humanos y animales, a tal grado que en marzo de 2015 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC por sus siglas en inglés), organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud, lo clasificó como genotóxico (que causa daño al ADN), carcinogénico para los animales y “probablemente carcinogénico” para los humanos.

Pese a que la IARC basó su decisión en estudios científicos, tal reclasificación causó una serie de ataques hacia los responsables de los mismos y la propia agencia, para lo cual se utilizaron diversas estrategias: descalificaciones mediáticas y en redes sociales, marcaje personal contra dichos investigadores, publicación de artículos científicos pagados por Monsanto, así como presión para disminuir los fondos públicos destinados a los centros de investigación involucrados.

Paralelamente, y como parte de una demanda colectiva ante un tribunal federal de California, Estados Unidos, interpuesta por afectados de linfoma no Hodgkin que atribuyen su padecimiento al glifosato, la justicia federal de ese país ha hecho pública la correspondencia interna del gigante de los agroquímicos, los llamados “papeles de Monsanto” (Monsanto Papers), documentos que son de gran trascendencia, ya que revelan cómo la compañía habría promovido la generación de opinión positiva a favor de su producto, ocultado información e incluso bloqueado investigaciones relativas al herbicida y su posible vinculación con enfermedades.

Los estudios en México

El municipio de Hopelchén es el principal productor de miel y de soya en el estado de Campeche. El 90% de este grano lo obtiene utilizando semillas genéticamente modificadas (GM) resistentes al glifosato, de modo que se realizó un estudio en su territorio para detectar este herbicida en agua subterránea, agua embotellada y en orina de trabajadores del campo, el cual fue publicado en junio del presente año.

La península de Yucatán está cubierta principalmente de suelos cársticos, que son extremadamente permeables y, por lo tanto, fácilmente inundables, así que es común que los agricultores perforen pozos de filtración para evitar inundaciones. Las escorrentías de las aguas contaminadas con pesticidas se conducen por estos pozos contaminando a su vez el agua subterránea, que es la principal fuente de abastecimiento en la península. De hecho, en los sitios que se estudiaron de Hopelchén hay muchos pozos de absorción ilegales.

También se detectó glifosato en el agua embotellada de tres comunidades muestreadas, e incluso en la comercializada en la ciudad de Mérida, usada como referencia. El agua embotellada en la región se extrae del subsuelo y es tratada por ósmosis inversa. La comunidad con la mayor presencia de glifosato fue Ich-Ek con 0.65ug/L, mientras que en Mérida fue de 0.35 ug/L. Estas concentraciones exceden el límite aceptable para agua de consumo humano reglamentado en la Unión Europea, que es de 0.1ug/L. En México no existe una legislación con los límites de glifosato para agua subterránea y potable, con lo cual la contaminación queda impune.

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*Dirección de Comunicación de la Ciencia, UV.