Chernobyl y el coronavirus, ejemplos de cómo el planeta puede recuperarse sin humanos
El 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) sufrió una explosión durante unas pruebas técnicas. A consecuencia del accidente se emitió unas 400 veces más radiación que la liberada por la bomba nuclear lanzada sobre Hiroshima (Japón) en 1945. Este es, hasta la fecha, el mayor accidente nuclear de la historia.
Las labores de descontaminación se iniciaron de inmediato. Alrededor de la central nuclear se creó una zona de exclusión de la que se evacuaron unas 350.000 personas. Los evacuados nunca regresaron a sus hogares y hoy el área sigue vetada al ser humano.
El accidente tuvo un gran impacto sobre la población humana. Aunque no existen cifras claras, las consecuencias físicas (pérdida de vidas humanas) y psicológicas debido a la evacuación fueron graves.
El impacto inicial sobre la naturaleza fue también importante. Una de las partes más afectadas fue el pinar ahora conocido como «bosque rojo». Esta zona recibió las mayores dosis de radiación, por lo que los pinos murieron al instante y todas las hojas se volvieron rojas. Pocos animales sobrevivieron a las dosis radioactivas más altas.
Por ello, después del accidente se asumió que la zona de exclusión se convertiría en un desierto para la vida. Dado el largo tiempo de descomposición de algunos compuestos radioactivos, se supuso que el área iba a quedar inhabitada durante siglos.
La naturaleza de Chernóbil hoy
Hoy, 34 años después del accidente, en Chernóbil viven osos, bisontes, lobos, linces, caballos de Przewalski, y unas 200 especies de aves, entre otros animales.
Los grupos de investigación que trabajan con la naturaleza de Chernóbil presentaron los últimos resultados de sus análisis. Estos incluyen estudios sobre grandes mamíferos, aves nidificantes, anfibios, peces, abejas, gusanos, bacterias y la descomposición de las hojas.
Los trabajos presentados mostraron que en la actualidad la zona de exclusión alberga una gran biodiversidad. Además, confirmaron la ausencia general de efectos negativos de la radiación sobre las poblaciones de animales y plantas de Chernóbil. Todos los grupos estudiados mantienen poblaciones abundantes y perfectamente funcionales en el área.
La ausencia general de efectos negativos de la radiación sobre la fauna de Chernóbil puede deberse a varios factores.
Por un lado, los organismos vivos podrían ser mucho más resistentes a la radiación de lo que se preveía.
Otra alternativa es que las especies podrían estar empezando a mostrar respuestas adaptativas que les permitieran vivir en zonas contaminadas sin sufrir efectos negativos.
Además, la ausencia de humanos en la zona podría estar favoreciendo a muchas especies, en especial a los grandes mamíferos.
Hecho comprobado recientemente por la cuarentena obligada a raíz del coronavirus. Fábricas cerradas, autopistas vacías, calles desérticas… son estampas que se repiten en todo el mundo a medida que la pandemia de coronavirus avanza inexorablemente. La suspensión de actividades humanas tiene, paradójicamente, un gran beneficiado: el medio ambiente. El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos contaminación, aguas más limpias y cielos más claros. Desde China hasta México, hay efectos secundarios positivos de la crisis sanitaria.
Esta última alternativa indica que la presión de las actividades humanas resultaría ser más negativa a medio plazo para la fauna que un accidente nuclear. Una visión bastante reveladora del impacto humano en el medio natural.
Los jabalíes ya campan de noche por el centro de Barcelona, delfines, conejos, cocodrilos, zorros y demás animales se han visto por todo el mundo apropiándose de las ciudades debido a la baja actividad humana por la cuarentena a nivel mundial.
En opinión de José Luis Viejo, catedrático de Zoología de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la junta directiva de la Real Sociedad Española de Historia Natural: «La disminución de la actividad y presencia humanas permite que algunas especies de vertebrados, en especial mamíferos oportunistas, amplíen sus áreas de campeo».
El futuro de Chernóbil y el mundo
En 2016 la parte ucraniana de la zona de exclusión fue declarada Reserva Radiológica de la Biosfera por el Gobierno de Ucrania. Contra los pronósticos iniciales, el área sirve ahora de refugio a numerosas especies amenazadas a escala Europea o nacional. Entre ellas destacan el oso pardo, el bisonte europeo, el caballo de Przewaslki, la cigüeña negra y el águila pomerana.
Con el paso de los años, Chernóbil se ha convertido además en un excelente laboratorio natural para el estudio de la evolución en ambientes extremos.
En la actualidad varios proyectos intentan retomar la actividad humana en la zona. Se ha popularizado el turismo de catástrofes, con más de 70.000 visitantes en 2018. Existen planes para construir plantas solares para la producción de energía. Incluso el pasado otoño se organizó un festival de música electrónica en la abandonada ciudad de Prípiat.
En 34 años Chernóbil ha pasado de considerarse un desierto para la vida a ser una zona de interés para la conservación de la fauna.
Paradójicamente, ahora es necesario mantener la integridad de la zona de exclusión como reserva si queremos que en el futuro siga siendo un refugio para los seres vivos.
Para ayudar a prevenir futuras pandemias como la del COVID-19, debemos poner fin al comercio ilegal de vida silvestre y la destrucción de hábitats. No podemos seguir haciendo las cosas como siempre. Debemos trabajar con la naturaleza, no en contra de ella.
Artículo parcialmente publicado originalmente en The conversation.