22 de abril 2020, un Día de la Tierra para recordar
Georgina Vidriales Chan, Coordinadora de Vinculación, Comunicación y Biomercado en SENDAS AC.
50 años tiene que se comenzó a conmemorar el Día de la Tierra, pero en realidad nuestro planeta tiene una edad aproximada de 4,530 millones de años, los humanos modernos, apenas co-habitamos este planeta desde hace 164,000 años[1], una muy pequeña fracción del tiempo de vida del gran planeta azul.
Durante este tiempo ha habido grandes transformaciones en el planeta, muchas de ellas provocadas por el humano, civilizaciones van y vienen, y en este andar civilizatorio la humanidad ha vivido varios sucesos asociados a pandemias que permitieron un periodo de renacimiento en el siglo XVI.
El precedente del renacimiento, si bien no es el único en la historia reciente de la humanidad, es un ejemplo del replanteamiento de una de las civilizaciones y sus horizontes (hablando de la europea).
Actualmente vivimos bajo los efectos de la pandemia debida a la enfermedad COVID-19, una situación única, que en generaciones, al menos desde 1920, no se había vivido cosa similar, durante este periodo, en el que un buen número de humanos de distintos países hemos hecho una pausa y limitado nuestra movilidad, así como las industrias han reducido emisiones por bajar la carga productiva.
Si bien, aún es temprano para saber los efectos reales, se nota una baja en las emisiones de CO2, y de otros gases de efecto invernadero, sin embargo, los cuestionamientos sobre si tenemos la oportunidad de realmente volcarnos a una humanidad más verde o será solo una pequeña pausa y siga la misma historia, para muchos es un momento que no debemos dejar pasar[2].
En este reducir de nuestro andar debido a la pandemia, se han dado sucesos alrededor del globo en los que se observan más animales salvajes (les decimos así por que nos decimos los civilizados) merodeando por los espacios meses atrás ocupados por los humanos, una situación que se repite desde Nepal, India, Kirguistán, Honduras, Nicaragua, hasta en las costas de Oaxaca (avistamiento de cocodrilos en la playa de la Ventanilla), sin que esto quiera decir el retorno de la naturaleza o bien el aumento de las poblaciones animales (son muy pocos meses), no obstante nos pone a pensar en que siempre han estado ahí, ocultos del humano.
No obstante, también es un punto de oportunidad para que las actividades extractivas ilegales de la naturaleza existan, así nos lo reportan también desde Nepal donde la caza furtiva sigue, así como la tala inmoderada. Nuevamente historia que se repite a lo largo del globo, en Argentina y también aquí en México, en dónde por ejemplo en lugares como la cuenca del Río Laja en Guanajuato sigue la extracción de arena de los bancos del río, así como la tala en la sierra de Manantlán.
Es así como esta pequeña pausa en nuestras
acciones en La Tierra, tiene todavía muchas repercusiones y múltiples aristas,
asuntos en los que hay una oportunidad única de redireccionar la forma en la
que concebimos el desarrollo, la forma de producción de alimentos, la
acumulación de bienes materiales, la salud humana y ambiental, una
transformación a esquemas más equitativos a nivel de sociedad, pero también con
el planeta y donde logremos una conjunción real y armoniosa entre el humano y
la naturaleza.
[1] National Geographinc, 2017, Viaje a nuestros orígenes: el camino de la evolución.
[2] Reyes, Graciela, 2020. Looking forward to a bright future: a green horizon after the crisis, en Medium Environment.