Lola Álvarez Bravo, la primera fotógrafa mexicana
Realizó retratos a personalidades como Frida Khalo y fue jefa del Departamento Fotográfico del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
Considerada la primera fotógrafa mexicana, Dolores Martínez de Anda —su nombre real— nació en Lagos de Moreno, Jalisco, sin embargo, durante 1916 se mudó a la Ciudad de México, lugar que sería significativo para su carrera profesional detrás de la lente.
Se desempeñó como reportera gráfica, fotógrafa comercial y documental, retratista profesional y artista plástica. Abarcó gran diversidad de temáticas bajo la influencia de Edward Weston, Tina Modotti y el propio Manuel Álvarez Bravo. Destacan sus imágenes documentales de la vida cotidiana y sus experimentos con el fotomontaje y el fotomural.
Apasionada de la imagen, la artista es considerada una de las fotógrafas más prolíficas, cuya obra es apreciada como una “biografía visual” de los ámbitos artístico, urbano y rural del México del siglo XX.
En la década de los años sesenta, Lola Álvarez Bravo fue jefa del Departamento Fotográfico del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) donde registró la obra de destacados pintores, además trabajó para el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y para diversas secretarías de Estado.
Colaboradora de grandes artistas, como Diego Rivera, Frida Kahlo, Rufino Tamayo y David Alfaro Siqueiros, impartió clases en la Academia de San Carlos y creó un taller de fotografía. En 1951 abrió la Galería de Arte Contemporáneo, en la cual organizó la única exposición en vida de Frida Kahlo en 1953.
Sus primeros trabajos en la fotografía fueron de corte documental, pues comenzó con imágenes que retrataban la vida cotidiana de las calles del país.
De acuerdo con el INBAL, la artista llegó a declarar:
“En mis fotos hay cosas de México que ya no se ven más. Si tuve la suerte de encontrar y plasmar esas imágenes, pueden servir más adelante como un testimonio de cómo ha ido pasando y transformándose la vida, imágenes que me llegaron muy hondo, como electricidad, y me hicieron apretar la cámara”.
Su lente capturó también imágenes de líderes sociales, esculturas prehispánicas y arquitectura, entre otros. Con el paso del tiempo, sus disparos dejaron de enfocarse sólo en lo documental para dar paso a una fotografía más experimental, con lo que consiguió realizar técnicas como el fotomontaje, fotomural y fotograma, contextos en los que incursionó durante 1935.
Reconocida con diversas distinciones y premios, presentó su primera exposición individual en 1964 y a partir de entonces sus fotografías se publicaron y expusieron tanto en México como en Estados Unidos.
En noviembre de 1985 se colocó una placa con el nombre de Lola Álvarez Bravo en el Teatro Degollado de Guadalajara, Jalisco, donde se inauguró una exposición de con alrededor de 80 fotografías. Lola Álvarez Bravo se retiró de la actividad profesional en 1989 y cuatro años después, el 31 de julio de 1993, falleció en la Ciudad de México.